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BIBLIOGRAFIA

lunes, 23 de agosto de 2010

Terrores nocturnos... miedo a la oscuridad

Para poder actuar ante los miedos de sus hijos, miremos de distinguir entre terror nocturno y pesadillas. De todas formas, lo más frecuente suelen ser las pesadillas, ya que se acostumbran a dar en una cuarta parte de los niños. Suelen ser más frecuentes a los 5 años y van desapareciendo conforme se hacen mayores.

Los terrores nocturnos consisten en gritos de angustia, temblores, pulso rápido, y generalmente ningún recuerdo de lo que ha provocado el terror. Es decir, su estado de agitación es mucho mayor que en las pesadillas.

Las pesadillas son de un grado menor y sí que hay posibilidad de que se hable con el niño.

Los terrores nocturnos son problemas que se dan en el primer periodo del sueño de ondas lentas, que es el sueño más profundo. Si se recuerda algo son sólo escenas o partes del sueño. Es también durante este sueño cuando se dan las conductas de mojar la cama, llamadas enuresis nocturnas.

Las pesadillas aparecen durante el sueño REM. Son sueños cuyo recuerdo suele ser muy claro, especialmente detallados y muy vivos, y que inquietan mucho a los niños. También pueden despertarse por la noche al oír algún ruido o por otro motivo y sentir miedo al encontrarse a oscuras.

Intervención

Los terrores nocturnos y el sonambulismo acostumbran a curarse por sí solos cuando se hace mayor el niño, y muchos especialistas recomiendan que el mejor tratamiento es no aplicar ningún tratamiento psicológico. Los niños muestran un gran desasosiego y sólo se les puede abrazar y procurar tranquilizarlos. Por la mañana ya no recordarán nada.

Durante las pesadillas el niño se muestra muy despierto, nos puede explicar lo que ha soñado, aunque por miedo no siempre lo hará por propia iniciativa. El niño busca a sus padres y llora, pero se deja tranquilizar.

Estas pesadillas acostumbran a tener relación con vivencias nuevas para el niño que le han ocurrido durante el día y que le resultan difíciles o temerosas. Por ejemplo rivalidades con compañeros de colegio o hermanos, inseguridad, sucesos dolorosos o traumáticos, inseguridad, reacciones agresivas, todo ello causa estrés al niño, y estas vivencias temerosas se elaboran en el cerebro durante el sueño REM.

Debemos tener en cuenta que los niños pequeños no saben distinguir entre lo que es un sueño y la realidad, por eso se asustan más que cuando van creciendo y ya se dan cuenta de que ha sido un sueño.

En el tema del miedo a la oscuridad, si se da de forma repetida, podemos poner una pequeña luz de baja tensión que fabrican para que la oscuridad no sea absoluta.

La actuación de los padres más adecuada es la de tranquilizar y abrazar al niño, tratar de distraerlo, y después, durante el día mantener una conversación con él sobre la pesadilla y ayudarle para que sepa enfrentarse a sus problemas y que se sienta seguro.

Generalmente no es necesaria la intervención de ningún profesional de la psicología, pero si se da el caso de que las pesadillas son demasiado frecuentes y duran largo tiempo, o bien si observamos otros síntomas como por ejemplo grandes temores a enfrentarse a situaciones diarias, entonces si que seria convenientes una intervención.

Sueños y ritmo biológico

Cuando estamos despiertos lo llamamos estado de vigilia, y por la noche se da un patrón típico de los estadios del sueño.

Del estado de vigilia se pasa por una transición y al cabo de unos 10 minutos se entra en el estadio 1 y 2, de sueño ligero y superficial, hasta el estadio 3 y 4 de sueño profundo, en el que podríamos decir que se desconecta el cerebro del mundo externo. Este estadio es muy importante, ya que es cuando el cerebro descansa. Después se entra en el sueño REM (rapid eye movements) que es cuando se dan los sueños emocionales, y es en alguna medida similar a la vigilia. Este ciclo dura unos 90 minutos y se repite varias veces cada noche, aunque en distinta proporción, ya que el sueño REM adquiere cada vez mayor espacio de tiempo en el transcurso de la noche, y lo mismo ocurre con el sueño ligero.

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