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BIBLIOGRAFIA

jueves, 19 de agosto de 2010

La importancia de la anticipación

La capacidad de anticipar es la diferencia fundamental entre el adulto y el niño e implica poder aprender y transmitir que cada palabra y acto en al vida tiene consecuencias, lo que nos posibilita tomar recaudos en las distintas situaciones que nos presenta la vida.

Volver de una fiesta familiar con un sabor amargo por haberlo pasado mal o salir de una reunión de trabajo habiendo comprobado que ese compañero que suponíamos iba a agredirnos finalmente lo hizo, son dos ejemplos de situaciones que podrían haber terminado de otra manera si se hubiera puesto en juego la capacidad de anticipación.

Pero claro que para aplicar esta capacidad no hace falta tener una bola de cristal ni poder leer las mentes de las otras personas. Anticipar no tiene nada que ver con adivinar el futuro, implica registrar las consecuencias de los actos y poder alejar las situaciones de peligro. Poder anticipar no es una garantía, pero es un primer paso, y si por ejemplo habitualmente se da una situación en la que se lo pasa mal, hay que prever que si hay muchas personas –por ejemplo en una reunión- una opción es decidir no ponerse mal por determinada persona en especial. Esta capacidad es la diferencia básica entre los niños y los adultos.

Sin duda, la posibilidad de anticipar requiere un cierto grado de conocimiento de uno mismo y de los demás, porque hay que saber cómo reacciona uno y cómo lo hacen los otros para poder prever una situación potencialmente conflictiva.

Poder tener en cuenta lo que se registra del otro y lo que le pasa a uno con el otro es fundamental, y si uno tiene en claro el objetivo tiene que elegir las actitudes que va a asumir: por ejemplo saber si el objetivo es la confrontación o no. Es muy importante la posibilidad de elección que se abre cuando se puede anticipar una situación y que se cierra cuando la anticipación no existe.

Además, la anticipación se logra interrogándose a uno mismo sobre lo que le sucede en cada caso y de aprender de los errores, pero buscando desanudar y analizando qué fue lo que pasó, por qué y para qué ocurrió eso que pasó, para no repetir el mal momento, porque si no surge la pregunta vuelve la repetición.

De esa manera, poder anticipar momentos negativos o de riesgo puede permitir tomar decisiones que vayan en otra dirección y modificar, así, situaciones que parecen no tener otra salida más que repetirse hasta el infinito.

La anticipación tiene que ver con armar mejor los lazos entre las personas, porque esta capacidad posibilita la formación de lazos afectivos, laborales y familiares más saludables cuando, a partir de la interrogación, permite pesquisar a tiempo situaciones que nos pueden llevar a algo más complicado.

Habrá que detenerse a pensar, entonces, en el momento antes de hacer, actuar, decir o decidir, para evaluar las consecuencias y las reacciones de unos y otros, de manera que podamos elegir el camino más adecuado.

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