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BIBLIOGRAFIA

martes, 24 de agosto de 2010

Ansiedad Vs Depresión

Comenzaré en esta ocasión por dos conceptos especialmente oídos en el día a día: ansiedad y depresión. La ansiedad es una de las respuestas que da nuestro organismo y nuestra mente ante diferentes situaciones cotidianas. Podríamos decir que la ansiedad es la respuesta lógica y necesaria para enfrentarnos a los acontecimientos diarios. Gracias a ella si tenemos que quitarle un balón al equipo contrario, por ejemplo, o tenemos que mantenernos despiertos conduciendo…lo conseguimos: la ansiedad tensa nuestros músculos, ayuda a que nuestras reacciones se coordinen y sea más probable que consigamos el balón o que no nos durmamos. El problema viene cuando la necesidad de estar resolviendo alertas y peligros es constante.


No es necesario que sean grandes problemas los que generen malestar, basta con que sean muy frecuentes y que sintamos que es difícil poder con ellos. Por tanto la ansiedad se asocia con la mayoría de los siguientes síntomas: aceleración cardiaca, aumento de la tensión muscular, bloqueo de la digestión, aumento de la tensión de las paredes del intestino, aumento de la sudoración, disminución de la salivación, aumento de la frecuencia respiratoria, presión en el pecho, sensación de inestabilidad, sensación de irrealidad, miedo a perder el control e incluso a volverse loco. Digamos que en función de la intensidad de la ansiedad aumentan los síntomas. Hay que entender que los síntomas que acabo de enumerar aparecen no por casualidad, sino porque en teoría son buenos para conseguir lo que necesitemos. Es decir, si el corazón se acelera es para hacer que nuestra sangre fluya más rápidamente y aporte más alimento a nuestros músculos por si acaso… La frecuencia respiratoria aumenta y con ella la dilatación de los alvéolos para que haya más oxígeno para el cuerpo (haciendo que si no lo consumimos nos produzca sensación de mareo e incluso de irrealidad). Nuestro cuerpo nos prepara, pero no siempre nos damos cuenta para qué. Nos activamos igual ante una amenaza física como ante un examen, y eso no es siempre fácil de entender.

Dentro de la ansiedad podemos hablar de diferentes problemas asociados: fobias, trastorno de pánico, trastorno por estrés postraumático, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno de ansiedad generalizada. Iremos hablando de ellos.

Por tanto la ansiedad puede asociarse a inquietud, nerviosismo, preocupación, sensación de tener que hacer más, con tener que mantenerse alerta. Cuando esta sensación se excede y empezamos a vernos incapaces de afrontarlo comienza a aparecer la impotencia y la tristeza y si se alarga en el tiempo, la depresión. Este síntoma puede aparecer también tras cambios bruscos, pérdidas de seres queridos, despidos laborales… sin necesidad de haber vivido antes ansiedad, configurando incluso un trastorno por sí solo. La depresión suele estar asociada a los siguientes síntomas: decaimiento, cansancio, poca motivación para emprender nuevos objetivos, sentimientos de inutilidad, de culpa y trastornos del sueño, entre otros.

Cuando tenemos un dolor de rodilla suele ser un indicador que nos señala la necesidad de parar o disminuir el esfuerzo que estamos haciendo. Si no le hacemos caso es posible que acabemos teniendo consecuencias peores. En el plano psicológico el dolor se trasforma en ansiedad o depresión, y de igual forma si no somos capaces de identificar y frenar sus causas su tendencia será a aumentar. No estamos muy acostumbrados a entender así las cosas y por eso muchas personas en vez de parar cuando están mal se presionan más para acabar con su síntoma, empeorando las cosas hasta que el malestar es tan grande que se desborda. Así pues, no es nada agradable estar mal, pero si entendemos qué nos indica veremos que es una forma necesaria de defensa de nuestra mente. Tomémoslo como un aviso para hacer cambios

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