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Caballito, Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
Prof. Lic. en Psicología (UBA). M.N. 43.722 Atención psicológica, presencial y virtual. myanigro@gmail.com 0116688-1894

martes, 25 de septiembre de 2012

TERAPIA COGNITIVO CONDUCTUAL

La terapia cognitivo conductual , a diferencia de las terapias psicodinámicas, que se focalizan en los pensamientos inconscientes y ponen énfasis en la catarsis, Se aboca a modificar comportamientos y pensamientos, antes que brindarle al paciente la oportunidad de simplemente descargar sus sentimientos. Está orientada hacia el presente ,se investiga el funcionamiento actual y no hay mayores exploraciones del pasado, aunque por supuesto se hace una historia clínica y se pone énfasis en los patrones disfuncionales actuales de los pensamientos y conductas; aunque últimamente algunos terapeutas cognitivos, El énfasis de la TCC está puesto más en el “Qué tengo que hacer para cambiar” que en el “Por qué”. Muchas veces, el explorar expresamente y conocer cuáles son los motivos de lo que nos ocurre no alcanza a brindar una solución y no es suficiente para producir un cambio. Se utiliza terapias a corto plazo . Pone énfasis en la cuantificación, y se pueden medir los progresos obtenidos Desde la primera sesión se administran cuestionarios y planillas en los que se evalúan los síntomas específicos, en su frecuencia, duración, intensidad y características. Esta medición es repetida periódicamente hasta la sesión final, para tener una idea del cambio obtenido. La relación terapeuta-paciente es de colaboración y el enfoque es didáctico. Paciente y terapeuta se comprometen a trabajar con un objetivo común. Los pacientes pueden aportar sugerencias y participar en el diseño de las tareas para el hogar. En muchos casos, se utiliza la biblioterapia, que consiste en que el terapeuta recomiende o facilite libros, folletos o apuntes acerca del problema para que el paciente se informe de lo que le sucede. Tiende a fomentar la independencia del paciente. Dado que este tipo de terapia busca lograr un funcionamiento independiente, en ella se enfatiza el aprendizaje, la modificación de conducta, las tareas de autoayuda y el entrenamiento de habilidades intersesión. Además, se refuerza el comportamiento independiente. Está centrada en los síntomas y su resolución. El objetivo de la terapia es aumentar o reducir conductas específicas, como por ejemplo ciertos sentimientos, pensamientos o interacciones disfuncionales. El lugar de promover un, se definen objetivos concretos a lograr y de esa forma es mucho más fácil evaluar o modificar los síntomas específicos y saber claramente lo que se quiere obtener o hacia adonde apunta la terapia. Rechaza el principio de sustitución de síntomas. La falsa idea de sustitución, difundida por la escuela psicodinámica, que considera a un síntoma, que considera a un síntoma como una solución económica, la única salida a un proceso neurótico subyacente que si se elimina surgirán otros, es cuestionada por esta metodología. La meta de la TCC es eliminar, o al menos reducir los síntomas, y postula que si desaparecen, por ejemplo, por ejemplo, los síntomas de pánico, inmediatamente también va a haber una mejoría en otras áreas, sin que aparezcan otros síntomas que los reemplacen. Pone el énfasis en el cambio. Se le solicita al paciente practicar nuevas conductas y cogniciones en las sesiones, y generalizarlas afuera como parte de la tarea. Desafía la posición del paciente, sus conductas y sus creencias. Activamente se lo confronta con la idea de que existen alternativas posibles para sus pensamientos y patrones habituales de conducta, se promueve al autocuestionamiento. Se centra en la resolución de problemas. Al comienzo de cada sesión el terapeuta indaga acerca de los problemas en los que el paciente focalizó su trabajo y cuáles necesita resolver en ese momento. Al concluir la sesión, le pregunta si ha hecho algún progreso al respecto. Utiliza planes de tratamiento. Generalmente, la terapia utiliza planes específicos de tratamiento para cada problema, no utilizando un formato “único” para las diversas consultas. Propone una continuidad temática entre las sesiones. En cada sesión se revisan las tareas indicadas para la semana anterior, se estudia cuál es el problema actual y se planean actividades para la semana siguiente. Desmitifica la terapia. El plan de tratamiento y el proceso terapéutico retiran el “velo de misterio” que cubre a casi todas las psicoterapias, al permitirle al paciente un libre acceso a la información teórica o metodológica mediante la biblioterapia. Tiene una base empírica y trabaja con la participación activa del paciente. Las tesis cognitivo-conductuales han sido ampliamente comprobadas respecto de su eficacia para tratar una variedad de trastornos. Es decir, más que simplemente decir que funciona, esta comprobado que funciona

sábado, 4 de septiembre de 2010

VENTAJAS DE LA INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA ON-LINE.

* El paciente se siente más desinhibido.

* Se puede llegar a personas que, de otra forma no tendrían acceso a un psicólogo: habitantes de localidades lejanas o pacientes que tengan problemas diversos para acudir a una terapia cara a cara.

* Posibilidad de utilizar la terapia on-line como complemento de la terapia presencial.

* Tratamiento inicial de trastornos que por su naturaleza, es difícil poder salir al exterior (p.ej.: agorafobia).

* Llegar a pacientes que de ninguna otra forma, y por distintas razones, consentiría acudir a un psicólogo.

* Costes más reducidos.

martes, 24 de agosto de 2010

Aspectos Psicológicos de los Tratamientos de Infertilidad

La infertilidad tiene aspectos psicológicos íntimamente relacionados: niveles de ansiedad preexistentes como factor añadido a otros que dificultan la concepción, efectos sobre la relación de pareja, los cambios en los hábitos de vida… En este artículo vamos a intentar hacer un breve repaso a situaciones y consejos para hacer frente al proceso de tratamiento de la infertilidad.

Aproximadamente 800.000 parejas españolas tienen la imposibilidad de tener un hijo. Según el instituto valenciano de infertilidad, el retraso en la búsqueda de la descendencia y el estrés al que están sometidos tanto el hombre como la mujer en la vida diaria, junto con la obesidad extrema, anorexia nerviosa, enfermedades graves, alteraciones tiroideas, abuso de drogas y medicamentos, alcohol y tabaco, y la quimioterapia son las causas fundamentales de este problema.

Comenzar un proceso de tratamiento implica que previamente la pareja ha buscado embarazarse y ha tenido que afrontar que existe un problema. Cuando solicitan ayuda, normalmente se les propone dos opciones: inseminación o fecundación in vitro. Ambas generarán siempre expectativas de cara a si habrá suerte o no. La inseminación es mucho menos invasiva que la fertilización in vitro para la mujer, produciendo esta última más desgaste psicológico. La incertidumbre será menos llevadera cuantos más cambios se hagan en la rutina cotidiana en función de embarazarse o no. Es importante no supeditar el presente a una opción futura. Si no se consigue durante los primeros intentos, el nivel de ansiedad e incluso de tristeza crecerá. Es bueno apuntarse a hacer una actividad deportiva si se tenía planificada aunque luego haya que abandonarla, es bueno seguir como el mismo tipo de dieta, es bueno seguir planificando viajes o vacaciones, ya habrá tiempo para modificarlos.

En cualquier caso no hay que dejar de plantearse cuestiones que suelen venir a la mente durante el proceso: ¿y si no lo conseguimos? ¿Si no tengo hijos, estaré solo/a cuando sea mayor? ¿Alguien me cuidará?, mis amigos tienen hijos, ¿me quedaré aislado/a? ellos hacen cosas con hijos y yo quedaré fuera, ¿mi vida tendrá sentido sin hijos a quien trasmitir mi manera de vivir, lo que he aprendido? Probablemente no se tenga una respuesta clara pero en cualquier caso es bueno pensarlo ya que ayuda a poder aceptar la posibilidad de no tener hijos y ayuda a ser más paciente durante el proceso. Es bueno asumir que sólo se puede esperar y dejar a los especialistas que hagan su trabajo. De todas formas ayuda entender que si se teme algo mucho, por más temido que sea, no es más probable. Es fácil imaginar un futuro en el que no se consigue ser padre, pero ese temor no lo hace más probable que ocurra.

Según el estado previo de la relación de pareja y del desgaste por el propio proceso, pueden producirse conflictos y tensiones que en ocasiones acaban en ruptura. Es importante compartir las dudas y temores con el otro, siendo fundamental también por parte del que escucha permitir ese malestar y no responder rápidamente con argumentos. Hay que dejar un espacio para estar agobiado, es importante tener derecho a tener miedos. Quizás pasados unos minutos puedan valorarse en común argumentos que puedan calmar parte de los temores.

Habrá que tener presentes otras opciones ante las dificultades que vayan surgiendo a lo largo del proceso de tratamiento: donación de óvulos, esperma, embriones y adopción. Son alternativas que implicarán también para algunas parejas una toma de decisiones más o menos difícil, pudiendo llegar en ocasiones, en función de la decisión tomada a aceptar definitivamente no tener hijos.

Desde estas líneas, a todas las parejas que están o van a estar en este proceso, ánimo y no duden en pedir apoyo si la situación los supera.

Efectos emocionales ante la ruptura de pareja: "el dejador"

Ante la ruptura de pareja, al “dejador” le corresponde frecuentemente ser el blanco de las iras del dejado. En el caso de que esté firmemente convencido de su decisión, este papel será más llevadero, pero en el caso contrario la ruptura se convertirá en un proceso con más desgaste.
Cuando las relaciones son duraderas los vínculos tienden a ser fuertes. Existen muchos proyectos de futuro, metas cumplidas y vivencias compartidas. Vivir con la misma persona mucho tiempo se convierte, además de en otras cosas, en un modo de vida, y como tal, romper bruscamente es difícil normalmente tanto para el dejado como para “el dejador”.
Existen algunas variables que determinarán la dureza del proceso para “el dejador”:

1.
La capacidad para soportar la evaluación negativa del otro. El sentimiento de culpa es difícil de digerir. No es fácil mantener una decisión sabiendo que si uno hace como si no pasara nada, todo podría olvidarse. Basta con decir “vamos a intentarlo de nuevo”, para que los ánimos se calmen. Dependiendo de la capacidad para soportar los sentimientos de culpa por la crítica del otro, así de firme será la decisión. Hay personas que se muestran incapaces de ser tajantes haciendo que no se cierren las opciones de una reconciliación. Esta opción conlleva alivio a corto plazo pero también cierta tendencia a la cronificación del malestar. Se juntan miedos hacia cómo será el futuro junto con reproches cíclicos por parte de las parejas, ya que no pueden acabar de asumir que han sido dejados.
2.
Cuanto más variable sea la decisión, más angustia se producirá en ambos. Se agolparán los argumentos a favor y en contra de las dos opciones, intentando sentir una certeza que calme y permita ser consistente a largo plazo. Lo malo viene cuando uno ve que el otro no es ni un ogro ni una persona perfecta, y que por tanto aunque hay aspectos a favor y en contra, no son suficientemente buenos o malos como para que se decida con calma y contundencia.
3.
De nuevo con la culpa de fondo, una variable que marca la dificultad para decidir es en qué condiciones económicas y sociales se queda el dejado. Cuanto más perjudicado quede, más complicada se hará la decisión.
4.
La existencia de hijos en común frenará tremendamente la opción de la ruptura. Si se tienen hijos será más dura la decisión debido a las consecuencias Digamos que se acrecentará la duda como está descrita en el punto 2.
5.
La existencia de otra persona, otro proyecto de pareja que dé seguridad para llevar a término la ruptura. En muchas ocasiones estas relaciones se convierten en puentes hacia otros proyectos posteriores, no es frecuente que duren a largo plazo, pero cumplen una clara función de apoyo.
6.
La aparición de celos y sentimientos de posesión hacia el abandonado al ver que puede perderse definitivamente la posibilidad de seguir, lleva a generar dudas sobre los sentimientos. En ocasiones para dar una nueva opción a la relación, en otras sólo para retrasar el momento de la separación.

Después de todo y tras analizar las vivencias del “dejado” y el “dejador” no es tan fácil catalogar a uno y a otro como el bueno o el malo, si bien es verdad que el que abandona por ser el que toma la decisión suele estar más capacitado para hacer frente el malestar.

Efectos emocionales ante la ruptura de pareja: "el abandonado"

Las relaciones de pareja pueden aportar seguridad, compañía, deseo, favorecen la organización de objetivos compartidos, y por tanto genera también ilusiones, a veces dependencia, hace que existan planes para crear una familia, para convivir, y cuando se rompen con cierta brusquedad generan un fuerte impacto para ambas partes. No siempre cuando se llega a la ruptura es de forma conflictiva e inesperada, pero cuando esto ocurre los efectos emocionales tienden a magnificarse.

Cuando se materializa una ruptura de pareja puede plantearse de mutuo acuerdo o por deseo de sólo uno de los dos. En este caso se establecen dos posiciones muy marcadas, la del dejador y la del dejado. El que rompe suele asumir el papel del malo, de injusto y recibe frecuentemente el enfado del otro.

El abandonado por su lado se queda con la sensación de impotencia, de frustración, de engaño, de no entender muy bien por qué ha ocurrido.Muchas veces ambos viven, con síntomas de malestar intenso, sus diferentes papeles pero en esta ocasión vamos a centrarnos en los efectos sobre el abandonado.

La dificultad principal para el que ha sido dejado es la de asumir que no hay vuelta atrás. Normalmente la mayor parte del tiempo lo dedicará a buscar alternativas para volver, para encontrar dudas razonables en el otro como para que haya opciones para la reconciliación. En esta fase inicial las dudas reales del dejador, el miedo a dañar al otro y el miedo a un futuro sin el otro, son claves para valorar los efectos emocionales sobre el dejado. Si realmente la ruptura se materializa, cuanto antes se asuma antes se podrán generar medios en el abandonado para continuar con su vida, distanciarse emocionalmente, y por tanto, muy frecuentemente enfadarse con el otro y centrar su esfuerzo en crear nuevas rutinas y nuevas expectativas futuras. Si el dejador teme o duda sobre la decisión que toma, esto alargará mucho el proceso de ruptura.

El dejado puede vivir las siguientes etapas:

1. Búsqueda de certezas en relación a si hay vuelta atrás o no.
2. Búsqueda de causas, razones que le llevaron al otro a la decisión. En este caso el dejado puede comenzar a indagar obsesivamente en facturas de teléfono, preguntar a amigos del otro sobre hechos, fechas, etc. Si encuentra información que le dé certezas sobre la razón escondida de la ruptura, se calmará, pero de no ser así puede cronificar o cuanto menos prologar enormemente el proceso.
3. Alternancia amor/odio según momentos.
4. Aceptación de que es posible no volver, pero con la opción de que haya alguna alternativa futura, intentando dejar puertas abiertas y que no se condene del todo la relación a un final definitivo. Aquí el deseo del dejado es el de que ojala el otro se lo piense rápido y se dé cuenta de que merece la pena volver, aparece el miedo a que si sigue pasando el tiempo será demasiado tarde para la reconciliación, quizás para entonces ya haya otra persona.
5. Si llegados a este punto hubiera un acercamiento, inicialmente se vería como aliviante y tranquilizador, pero normalmente al poco tiempo el bienestar se convierte en reproche e indignación. Empieza a verse lo ocurrido como dañino y aparece una sensación fuerte de venganza o de necesidad de ser resarcido. Frecuentemente hace que sea ahora el dejado el que pone frenos a que la relación avance y continúe.
6. Enfado y decepción, y finalmente: aceptación y superación

Por tanto si usted está viviendo esta situación, tenga en cuenta estas posibles fases e intente tener especial cuidado con la búsqueda de certezas sobre la causa de la ruptura. Obsesionarse puede ser peligroso y si lo piensa bien probablemente la causa no es tan importante. Lo que importa es si su pareja quiere seguir estando con usted o no.

Mecanismos psicológicos de la superstición

La superstición nace de un sentimiento íntimo de que en función de determinados comportamientos o acontecimientos podrán predecirse o evitarse otros, casi siempre de carácter negativo y con consecuencias desagradables.

Normalmente el beneficio psicológico más relevante de dejarse llevar por la superstición es el de tener una sensación de control sobre situaciones en las que aparentemente no lo tenemos. Nos produce una sensación de alivio. Si soy muy aficionado a un equipo y decido ponerme “la camiseta de la buena suerte” para ir al campo, consigo con esta conducta encontrar relaciones de causa/efecto, y quizás descubra que “gracias” a ello el equipo ganó.

Claro que derivado de este proceso surge otro muy interesante: la parcialización de la realidad. Es fácil desear que algo sea cierto y en función de eso buscar y encontrar datos que lo confirmen. En el ejemplo de la camiseta, si el equipo no ganó fue porque no la había lavado después del último partido, o incluso por lo contrario, por haberla lavado, siendo que la última vez si hubo una victoria. De todas formas este ejemplo no representa del todo bien temores graves. Si empezamos a hablar del miedo a suspender un examen importante, a quedarse sin trabajo, o por supuesto a una enfermedad grave, la superstición es mucho más probable. Una persona que está esperando los resultados de una resonancia para descartar un posible diagnóstico de cáncer, puede buscar en comportamientos como ayudar a los demás, una manera de intentar no ser castigado por la providencia, el destino o un dios con lo que más teme. Dicho esto hay que valorar entonces que la superstición es finalmente un mecanismo de defensa para hacer frente a sensaciones de malestar que puede ser muy útil a la hora de darnos fuerzas para luchar por una meta, pero cuando se hace demasiado frecuente, e incluso es el único recurso para estar bien, es cuando alcanza su carácter más patológico. Puede acabar generando más malestar y alerta que calma y tranquilidad. Darle mucho espacio a la superstición es finalmente no tener el control de las cosas (justo lo que se quiere evitar al utilizarla inicialmente).

Otra cara de la superstición es la de las profecías autocumplidas: “como se me cruzó un gato negro, hoy va a ser un mal día”. Si esa posibilidad agobia es frecuente estar muy atento a posibles malas experiencias, favoreciendo que puedan precipitarse precisamente por el propio temor hacia ellas.

Si la superstición es compartida por más personas del entorno puede darse un nuevo efecto, el de etiquetar a una persona como la que favorece que se repitan determinados hechos negativos, es decir, colgarle el sambenito de que es un gafe. Quizás, este tema le dedique más espacio en otro artículo más adelante.
A modo de conclusión habría que decir que las personas con mayor inseguridad y/o con mayor necesidad de certezas (personas con tendencia a la obsesividad, por ejemplo), serán más propensas a algún tipo de superstición. Con lo bueno y lo malo que eso conlleva.

VENTAJAS E INCONVENIENTES DE LA CULPA II

Vimos el mes anterior que realmente si nos culpabilizamos no es por casualidad, tiene una finalidad y nos ayuda a poder conseguir ciertos objetivos. Como ya adelanté, en esta ocasión nos vamos a centrar en la culpa cuando se dirige hacia los demás. En este caso lo analizaremos desde la posición del que lanza culpas a otros y la de los que la reciben.

Si percibimos un daño, una injusticia, algo que nos afecte negativamente, es posible que hagamos por trasmitir al otro nuestro malestar para que deje de hacerlo o no lo vuelva a hacer. Si nos dolió lo suficiente, entonces es posible que acompañemos nuestra petición con culpa: “si tú no me llevas, no podré ir”. Si el otro es sensible a la culpa no querrá sentirse mal, y con cierta probabilidad, en este caso, le acabe llevando. Así pues aquí la culpa se torna útil. Es una manera más de conseguir que los demás satisfagan la necesidad de uno. El problema aparece cuando viendo la utilidad uno comienza a abusar de este método.

La persona que muestra sus deseos de esta manera acaba teniendo que estar mal para poder conseguir la ayuda, el apoyo o la atención de las personas que le rodean. ¡No parece que esta sea la mejor forma de estar bien! El exceso de culpabilizaciones hace que el bienestar no provenga de uno mismo sino de lo buenos o malos que sean los demás. Hace que la capacidad para alcanzar el bienestar por uno mismo sea cada vez más difícil. Es decir, que alguien que culpabilice mucho acabará adoptando una actitud de víctima hacia los acontecimientos de su vida.

Por el otro lado están los que reciben la culpa. Aquellas personas que sean especialmente sensibles a las necesidades de los demás, tienen más probabilidad de caer en el manejo por la culpa o la victimización. Cuando reciben peticiones les resulta más complicado negarse a ellas, facilitando que el otro utilice más a menudo el mismo método para conseguir otras cosas. En el caso concreto de los niños, cuando son culpabilizados de manera continuada por no realizar las tareas o no portarse bien, tienden a generar unos sentimientos de culpa fortísimos que suele producir la sensación de no estar haciendo nunca bien las cosas. Fuera de su entorno la gente los percibe como buenos y atentos pero ellos mismos no acaban de sentirse seguros de estar actuando correctamente.

Así pues, sentirse culpable no es malo, lo es cuando se convierte en algo demasiado frecuente y nos afecta en exceso a nosotros mismos y a los que nos rodean. Aprender a no culpabilizarse en exceso es un requisito indispensable para poder ser más felices, del mismo modo que es necesario aprender a hacer frente a las culpabilizaciones que otros nos lanzan para satisfacer sus necesidades.

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