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BIBLIOGRAFIA

jueves, 19 de agosto de 2010

Ansiedad: qué es y cuándo se vuelve una patología

Sentir ansiedad frente a las exigencias cotidianas o circunstancias nuevas es algo frecuente en la vida de las personas. Sin embargo, esa respuesta emocional, sana y necesaria para enfrentar situaciones, puede transformarse en un trastorno que interfiere en las actividades laborales y sociales.

La proximidad de un examen, una entrevista de trabajo o simplemente la exigencia de llegar a horario a algún lugar, son situaciones que, en el día a día, pueden generar ansiedad. Esa sensación de nerviosismo e inquietud no siempre es negativa, impulsa a actuar para afrontar nuevos desafíos, puede ser útil para mantenerse más concentrado al estudiar o alerta los sentidos para protegerse en condiciones riesgosas.

La ansiedad se considera una reacción emocional ante situaciones que se perciben como un peligro o amenaza. Es una emoción como el enojo o la alegría y puede presentarse ante estímulos internos - pensamientos o imágenes - o externos, es decir, situaciones concretas.

El estado de ansiedad se manifiesta a través de una serie de respuestas fisiológicas o corporales (palpitaciones, temblores, sensación de ahogo, sudoración), cognitivas (pensamientos y creencias), subjetivas (inseguridad, miedo, aprensión, preocupación) y motoras o de comportamiento (hiperactividad, dificultades de expresión, conductas evasivas). Cada individuo puede experimentar estos síntomas de manera diferente, con mayor intensidad de algunos o con más prevalencia de unas áreas sobre otras.

Pero si bien es normal sentir un cosquilleo en el estómago el primer día de trabajo o que el corazón palpite agitadamente en una calle oscura, en ocasiones, esas respuestas ansiosas comienzan a presentarse en forma exacerbada, desmedida para una situación o sin causa aparente, transformándose en un trastorno. La ansiedad deja de tener la finalidad adaptativa que ayuda ante determinadas situaciones y empieza a interferir en la vida cotidiana.

Trastornos de ansiedad

Las investigaciones recientes acerca de los trastornos de ansiedad atribuyen las causas a una predisposición genética y a desequilibrios químicos en áreas del cerebro que controlan las respuestas al temor. Los modelos de crianza y las vivencias personales, son factores que pueden también colaborar generando una mayor vulnerabilidad. Pero, fundamentalmente, es el estrés el que puede precipitar la aparición de alguno de estos desórdenes.

Y si bien los trastornos de ansiedad se clasifican por sus características específicas, todos los síntomas se centran alrededor de un temor irracional y excesivo. Los tipos de trastornos son los que se detallan a continuación:

* Trastorno de pánico
Son crisis repentinas que se caracterizan por su comienzo brusco y una duración de pocos minutos. La persona siente un temor intenso y experimenta síntomas como falta de aire, palpitaciones, temblores, mareos y pérdida de control. Quien padece este trastorno cree que está sufriendo un ataque cardíaco y la sensación que prevalece es de muerte inminente. Es frecuente que luego surja un gran temor a experimentar nuevos episodios. Se genera así la llamada ansiedad anticipatoria, es decir, sentir miedo intenso a repetir una crisis de pánico, sobre todo en lugares donde no puedan ser asistidos. De esta manera, comienzan a restringir las salidas o actividades cotidianas. Por eso, es común que este trastorno esté asociado con agorafobia, un desorden que se define como el miedo a los espacios abiertos.
* Fobias específicas
Las fobias se definen como un miedo desproporcionado e irracional hacia objetos o situaciones. Y aunque las personas advierten que es exagerado, no pueden evitarlo. Este trastorno tiene un elevado índice de recuperación y en un breve plazo. Las fobias se dividen en los siguientes grandes tipos: Animales (temor a insectos o animales), Ambientales (fenómenos de la naturaleza como tormentas, truenos, viento, etc.), Sangre y heridas, Situacional (lugares específicos como ambientes cerrados, transportes, túneles, puentes) y otras menos específicas.
* Trastorno de ansiedad social
Denominada antes fobia social, es el miedo a la evaluación negativa, a la crítica, a ser juzgados u observados por los demás. Las reuniones sociales o actuaciones en público ocasionan en estas personas una extrema ansiedad que se manifiesta con síntomas como rubor, temblores corporales, en la voz, sudoración, taquicardia, y comienzan a evitar situaciones donde se sienten expuestas. Muchas veces, el trastorno puede presentarse como un temor específico a hablar en público, dirigirse a alguna persona con autoridad o del otro sexo, a diferencia de la ansiedad social generalizada. Estas manifestaciones surgen mayormente en la adolescencia, cuando empieza la separación del grupo familiar. Y, aunque a veces puede confundirse con la timidez, ese rasgo de personalidad no genera una respuesta de ansiedad tan desmesurada ante una situación social.
* Trastorno de ansiedad generalizada
El síntoma central de este trastorno es la preocupación excesiva y constante. Son personas que están en permanente alerta por lo que puede suceder. Si bien es común tener preocupaciones relacionadas con el trabajo, la salud o la familia, para quienes padecen este trastorno el mundo es un sitio amenazante y viven anticipándose a que ocurran hechos negativos. Como consecuencia, sufren una gran tensión, no se pueden relajar y tienen dificultad para concentrarse. Les cuesta dormir, se sienten fatigados con dolores musculares. Si los niveles de ansiedad son altos pueden tener dificultad hasta para realizar las tareas más sencillas.
* Trastorno por estrés postraumático
Es el menos frecuente de los trastornos de ansiedad y se desarrolla cuando se ha sufrido traumas severos: catástrofes, guerra, muerte violenta de un ser querido, ser víctima de un ataque, secuestro o violación. Los pacientes reviven la situación constantemente a través de sueños, pesadillas o flashbacks y hasta pueden creer que el hecho está sucediendo nuevamente. Tienen un alto grado de ansiedad, pueden estar más irritables y agresivos.
* Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)
Cuando alguien padece TOC tiene pensamientos o imágenes perturbadoras y recurrentes sobre un determinado tema. Éstas se denominan obsesiones y, aunque se esfuerce, no puede quitarlas de su mente. Para calmar una obsesión, se realizan rituales llamados compulsiones - actos mentales o conductuales repetitivos -. Si una persona, por ejemplo, teme contaminarse o contagiarse – una obsesión muy común -, desarrolla un ritual que consiste en lavarse las manos. El ritual calma la ansiedad de la obsesión, pero es momentáneo. Poco después, surge la duda y la necesidad de volver a realizar una y otra vez ese acto que alivia el temor. Los temas más frecuentes de las obsesiones son el orden, temor a causar daño, a que le pase algo a la familia, y entre las compulsiones están tocar algo, contar objetos hasta un número, rezar, etcétera. El tiempo que se invierte en realizar estos rituales interfiere en las actividades laborales o sociales. A este trastorno se lo llama “la epidemia oculta” porque el paciente puede esconder los síntomas sin que sean advertidos.

Tratamiento y prevalencia

Los trastornos de ansiedad se tratan con una terapia de enfoque cognitivo-conductual, compuesta por psicoeducación, en la que el paciente recibe información sobre su afección y estrategias para evaluar e interpretar correctamente los pensamientos y creencias distorsionadas, y un entrenamiento para manejar el estrés, con técnicas de relajación y respiración que ayudan a controlar la ansiedad y sus síntomas. En general, el tratamiento es breve y focalizado, con recursos y estrategias puntuales para abordar cada trastorno.

Numerosos estudios indican que las mujeres sufren más trastornos de ansiedad que los hombres. Un relevamiento realizado por el Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (CentroIMA) lo confirma: sobre 384 casos, el 71% eran mujeres. Esa diferencia se atribuye a factores biológicos, hormonales y sociales.

Hoy, cuando se sabe mucho más sobre la ansiedad y cómo afecta, una consulta temprana puede abrir la puerta a una mejor calidad de vida.

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