Datos personales

Caballito, Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
Prof. Lic. en Psicología (UBA). M.N. 43.722 Atención psicológica, presencial y virtual. myanigro@gmail.com 0116688-1894

BIBLIOGRAFIA

martes, 22 de septiembre de 2009

Terapia focal como marco teórico general

La anidación es un recurso técnico proveniente del campo de las psicoterapias focales, inicialmente surgidas en los desarrollos de las terapias dinámicas breves y de objetivos limitados (Knobel, 1987; Groves, 1992; Poch y Maestre, 1994) pero que posteriormente se ha incluido en la técnica de las terapias psicoanalíticas de larga duración (Coderch, 1987) e incluso se ha generalizado a otras orientaciones tal como las terapias cognitivas (Caro, 2003) y las terapias de familia (Haley, 1987; Madanes, 1993). Por lo tanto antes de desarrollar los aspectos teóricos y usos clínicos de la anidación focal multimodal, primero revisaremos en este artículo los conceptos de foco, focalización y terapia focal.

Múltiples autores han señalado la conveniencia de focalizar (Braier, 1984), es decir centrar la labor terapéutica en una determinada área, síntoma o problema del paciente que se denomina foco y que adquiere prioridad a lo largo del tratamiento, que por ello es llamado terapia focal.

El trabajo terapéutico en terapias breves se ciñe y estructura alrededor de un foco, esto es, el área concreta o problema seleccionado sobre el que privilegiadamente se van a centrar la atención y esfuerzos conjuntos del terapeuta y cliente en las sesiones, desatendiendo estratégica y voluntariamente otras áreas o aspectos de potencial interés (Fiorini, 1973), ya que la finalidad de las llamadas short-term and time-limited therapies no es la amplia remodelación de la personalidad global sino la resolución de un problema concreto en un tiempo limitado (Farré, Hernández y Martínez, 1992; Groves, 1992). Una de las principales utilidades clínicas del foco estriba en establecer sin ambigüedades el objetivo asequible de una psicoterapia breve y por ende poder evaluar la eficacia de sus resultados (Poch y Maestre, 1994; Braier, 1984; Malan, 1963).

¿A qué llamamos foco terapéutico?. No resulta fácil delimitar de forma unívoca la noción de foco entre las numerosas opiniones de los diferentes autores. La diversidad de significados del término ha creado una situación un poco ambigua en la que coexisten varias definiciones de la naturaleza de “foco”.

Unas veces el foco claramente vendrá dado por una situación de urgencia, por ejemplo en la intervención en catástrofes para evitar un trastorno post-traumático, o en fallecimientos recientes de un ser querido para evitar un duelo complicado, o una crisis evolutiva tal como el nacimiento del primer hijo, etc. Otras veces desde una perspectiva psicopatológica (Coderch, 1987; Braier, 1984) el foco se identifica con el motivo clínico de consulta del paciente debido a un molesto síntoma (por ejemplo fobia a volar) o a un rasgo caracterial que resulta desadaptativo para el sujeto (por ejemplo incapacidad de hallar una carrera satisfactoria) o su entorno (por ejemplo celos de la pareja) (Lemgruber, 1984). Desde un enfoque técnico exclusivamente centrado en el trabajo del terapeuta, también se ha definido el foco como aquella interpretación nuclear o esencial que soportará el peso de toda la terapia (Malan, 1963), lo cual aclara poco la naturaleza específica del foco.

Desde una orientación terapéutica psicodinámica más operativa, el foco elegido para trabajar sobre él no se considera al síntoma emergente ya sea clínico o ya sea caracterial, sino a un elemento específico funcional o estructural del psiquismo. Por ejemplo basándonos en el modelo propuesto desde el Enfoque Modular-Transformacional (Bleichmar, 1999) el foco terapéutico bien puede consistir en el trabajo analítico centrado sobre el módulo motivacional inconsciente más preeminente en un paciente en concreto y cuya activación (por ejemplo por frustración) está condicionando prioritariamente su patología: deseos y defensas relevantes para los sistemas sensual-sexual, auto-heteroconservación, de regulación psicobiológica, narcisista, de apego, o referente a la agresividad. Por ejemplo en unos casos una depresión (Bleichmar, 1996) puede ser producto de un derrumbe de la autoestima por fracaso narcisista al ser despedido del trabajo y saberlo la familia y amistades, otras veces una depresión puede acaecer por ausencia vincular de objetos satisfactorios de apego en huérfanos sin figuras remedo-parentales adecuadas (depresión anaclítica), otras veces el problema será la introyección culposa de la agresividad dirigida en la fantasía contra la persona amada o necesitada; también la depresión puede basarse en la representación primaria devaluada de sí mismo generada a través de una previa identificación con padres depresivos o hipercríticos, etc. En cada uno de estos casos el foco exigirá aplicar unas intervenciones terapéuticas diferenciadas para no trabajar en la periferia del problema (ya que el terapeuta siempre puede encontrar algo interesante de qué ocuparse en cualquier sujeto aunque no sea relevante para el núcleo genético del trastorno: un sueño, la relación del paciente con su madre, sus intereses sexuales, sus anhelos incumplidos), así como evitar aplicar técnicas de intervención generalistas y monocordes (Bleichmar, 1997). Según este modelo, un foco seleccionado y específico implica también planificar y aplicar técnicas específicas sobre el módulo motivacional selecccionado y sus circuitos transformacionales teniendo en cuenta el estado predominante del inconsciente: lo reprimido tras ser consciente, lo aún no constituido en el inconsciente, lo inscrito directa y originalmente por identificación, lo desactivado sectorial y temporalmente, etc. (Ingelmo, 1999).

También es necesario apuntar que el foco no se puede asimiliar siempre a conflicto o síntoma individual (Lemgruber, 1984). En determinados casos el foco terapéutico será la relación interpersonal, por ejemplo en desajustes conyugales y en algunos trastornos por anorexia y bulimia. En estos casos la terapia de elección será la modalidad de pareja o familia (Berenstein, 1990; Haley, 1987; Whitman y Stock, 1985) y el foco consistirá en el análisis y la modificación de las tramas de relaciones intersubjetivas que contribuyan a la génesis o al mantenimiento del problema.

Entonces, ¿cómo se detecta el foco terapéutico?. Algunos autores lo infieren de la frecuencia con que el mismo tipo de conflictos se repiten en la vida actual del paciente en situaciones diferentes (Knobel, 1987). Otros autores lo encuentran en la temática-clave deducida de la exploración de tres puntos: la sintomatología presente en la demanda con la que el paciente viene a consulta, su biografía anterior, y la relación transferencial que mantiene con el terapeuta (Malan, 1963). Es opinión de algunos otros autores que se puede considerar como focal aquella zona de conflicto mas perturbada y que vaya a poder ser asequible para el tratamiento teniendo en cuenta las limitaciones temporales de la terapia breve (Pérez-Sánchez, 1990).

Sin embargo, hacemos la precisión que aunque todas estas opiniones aportan elementos de interés, opinamos que no alcanzan a encuadrar adecuadamente el problema de la focalización: el foco es un concepto que básicamente se define desde la metodología, pero no desde la estadística ni desde su temática o gravedad psicopatológica. “Foco” será, sencillamente, aquel o aquellos aspectos del paciente que el terapeuta y paciente encuentren aceptables y decidan elaborarlos en las sesiones conjuntamente, de forma privilegiada frente a otro posible material (atención selectiva y descuidos selectivos). Por ello el foco no preexiste en el paciente antes de un tratamiento tal como el bacilo de Koch sí preexiste a que un enfermo sea diagnosticado o no de tuberculosis por su médico El foco se construye, desarrolla y transforma en el campo de la intersubjetividad (Stolorow, Brandchaft y Atwood, 1987; Dunn, 1995) durante el proceso terapéutico en función de lo aceptado por la díada particular terapeuta-paciente en el encuadre común de la alianza de trabajo.

Desde luego que es responsabilidad del terapeuta identificar inicialmente un foco y proponerlo para su abordaje preferencial, pero es trabajo de la pareja en interacción el aceptar y elaborar tal plan y alcanzar suficientemente la meta terapéutica (Mitchell, 1993). La elección inicial por parte del terapeuta del foco depende de su formación teórica en una corriente en especial dentro del psicoanálisis (freudianos clásicos, klenianos, kohutianos…), de sus criterios personales, de sus propios escotomas o áreas de conflicto no resueltas, de su experiencia previa, del encuadre en el cual el profesional trabaja (gran hospital, servicio sociocomunitario, consulta privada, instituto psicoanalítico), etc. Por ello se puede esperar que frente a un mismo caso, dos o mas terapeutas llegaran a diferir en la selección del foco sobre el cual trabajarían (Braier, 1984).

¿El terapeuta debe comunicar o no al paciente explícitamente cual será el foco sobre el que trabajarán en las sesiones de terapia focal?. De nuevo diferentes autores mantienen variadas opiniones (Poch y Maestre, 1994). En general aquellos que se adscriben a una metodología mas cercana al psicoanálisis estricto, tienden a desaconsejarlo (Coderch, 1987; Pérez-Sánchez, 1990) en un esfuerzo por preservar la asociación libre del paciente; consideran que la terapia focal es una terapia libre para el paciente y focalizada para el terapeuta quien con sus intervenciones, sus preguntas y sus silencios irán delimitando las áreas selectivas de intervención. Otros autores más cercanos a la experiencia de la terapia breve son partidarios de comunicar el foco al paciente (Garske y Molteni, 1988) e incluso negociarlo con él (Levenson, 1995); con ello se consolida la alianza de trabajo, y se proporciona al paciente un insight inmediato acerca de sus dificultades además de ofrecer empatía y comprensión por parte del terapeuta. Finalmente también se encuentran posturas intermedias (Poch, Notó y Trepat, 1990), afirmando que no hay norma fija y que el terapeuta deberá elegir en cada caso lo que crea más oportuno según el grado evolutivo, defensas y motivaciones del paciente para participar en el proceso terapéutico y hacerse cargo de sus propios problemas.

Algunos autores diferencian conflictos focales (superficiales, derivados y preconscientes) de los conflictos nucleares (profundos, radicales e inconscientes) (Balint, Ornstein y Balint, 1986). Sería propio de la terapia psicoanalítica tratar el primer tipo de conflictos, mientras que sería propio del psicoanálisis tratar el segundo tipo de conflictos (Ornstein y Kalthoff, 1967). Sin embargo este esquema así propuesto no es totalmente satisfactorio por dos razones: en primer lugar repetimos que el foco se define desde la metodología y no desde la topología metapsicológica, es decir “foco” será aquel elemento que centra la atención del terapeuta o analista de forma privilegiada y selectiva, ya sea consciente, preconsciente o inconsciente; y podrá ser elaborado de una forma más superficial o más profunda con diferentes técnicas según la habilidad del terapeuta y de otras consideraciones prácticas. En segundo lugar solamente desde el prejuicio, pero no desde la comprobación experimental, se puede seguir manteniendo hoy día que las psicoterapias dinámicas y de orientación psicoanalítica sean poco más que “psicoanálisis incompletos” de segunda clase con efectos terapéuticos escasos, inestables y superficiales (Ávila, 1989; Greenspan y Scharfstein, 1981; Smith y Glass, 1977; Luborsky, Singer y Luborsky, 1975; Hoch, 1968), de mero alivio sintomático, y únicamente aplicables a los pacientes cuya psicopatología sea leve, reactiva y reciente (Kernberg, 1999; Malan, 1976).

El que una terapia se conceptualice como “focal” no implica que el foco sea inamovible ni que tenga que ser necesariamente siempre el mismo desde el principio al fin del tratamiento. A lo largo del proceso terapéutico el foco se puede ir reajustando e incluso modificando sustancialmente de acuerdo con las necesidades y los avatares particulares de cada proceso. Si bien en terapias breves y de objetivos limitados lo usual es que el foco sea único y que la terapia concluya con la resolución del problema inicialmente seleccionado (Crits-Christoph y Barber, 1991; Groves, 1992), en psicoterapias psicoanalíticas prolongadas se van desplegando una sucesión de focos, cada uno de ellos caracterizando una etapa del proceso en función de la conflictiva que el paciente va serialmente revelando (Fiorini, 1973). Así se ha llegado a desarrollar el concepto de focalidad analítica (Malan, 1976; Farré, Hernández y Martínez, 1992) que remite a la conceptualización del proceso terapéutico como un campo estructurado, y por lo tanto evaluable, en focos flexibles pero concretos bien sean sucesivos (lo más frecuente y operativo) o simultáneos.

De hecho el propio psicoanálisis estándar puede ser entendido según éste modelo como un tratamiento focal continuado, de duración indefinida y con foco cambiante en continua movilidad (Chamorro, 1994). Sería labor del analista ir eligiendo en cada momento los focos adecuados para que se vaya produciendo el cambio en el paciente (Thoma y Kachele, 1989), ya que “el no-foco es una imposibilidad…es el analista, con lo que hace o deja de hacer, quien va marcando focos de significación, activando y dirigiendo el psiquismo del paciente hacia ciertos estados mentales” (Bleichmar, 1997, p. 364). Mas aún, desde el punto de vista de la ineludible subjetividad del analista (Renik, 1993), se ha señalado que al iniciarse el proceso psicoanalítico se genera una superabundancia de material de posibles “hechos importantes” de modo que se plantea al clínico cierto riesgo de desbordamiento por inundación potencial de datos, que son focalizados o encauzados (y, por ende, seleccionados) a través del dispositivo mental perceptivo-preferencial y ordenador-sistematizador al alcance del analista (Braier, 1990) en función de su formación teórica, su experiencia profesional, su personalidad y la peculiar relación paciente-analista que se establece muy prontamente. De esta forma el análisis se hace posible y viable, pero a la vez se excluyen ciertos círculos de temas; esta consecuencia inevitable se pone de manifiesto cuando analistas de diferentes corrientes teóricas interpretan retrospectivamente un mismo caso y plantean los principios fundamentales del tratamiento, lo que remite a la polémica sobre la unicidad o pluralidad del psicoanálisis como teoría y como práctica (Wallerstein, 1988; Pine, 1988, 1998), cuestión sobre la que no profundizaremos en el presente artículo.

La cualidad de focalidad intrínseca a todo psicoanálisis apuntaría a que un analista “sin memoria y sin deseo” (Bion, 1970) resultaría ser un ideal imposible, aunque con dicha formulación se intentara legítimamente preservar la atención libre flotante y la neutralidad del clínico al interpretar. Esta perspectiva es articulable con los importantes cuestionamientos actuales dentro del psicoanálisis del analista pasivo como mero espejo objetivo y neutral (Goldberg, 1994; Renik, 1993), de la revisión de la denominada “Regla de la Abstinencia” incluyendo la consideración de la naturaleza de la provisión óptima para cada paciente en el intercambio analítico debiendo evitar la gratificación pulsional (Killingmo, 1997; Lindon, 1994), y en general de la reflexión sobre la adecuada participación del analista y su subjetividad en el proceso del análisis en interacción con el paciente (Levine, 1994; Mitchell, 1997; Stern y cols, 1998) y en especial en el desarrollo del campo común de la trasferencia-contratransferencia (Gabbard, 1995).

Y ya por último citar que numerosos autores hacen notar la existencia de un foco universal final tanto en terapia breve como en psicoterapia psicoanalítica y en el propio psicoanálisis: la finalización del tratamiento (Poch y Maestre, 1994; Fiorini, 1987). El fin del tratamiento siempre puede movilizar diferentes tipos de ansiedades que deben ser elaboradas, convergiendo en el duelo y en la ansiedad por la pérdida de la relación terapéutica y el reconocimiento de la propia capacidad del paciente para utilizar por sí solo en la vida cotidiana las mejoras logradas durante el tratamiento (Pérez-Sánchez, 1990). El trabajo sobre este foco universal tendrá una importante influencia en la consolidación de los resultados terapéuticos (Malan, 1983).

La técnica de la anidación.

El técnica de la anidación focal sucesiva y multimodal expone la pertinencia para el tratamiento de algunos pacientes de no seguir necesariamente un esquema lineal en el mantenimiento del foco sintomatológico inicialmente seleccionado, ni en la orientación o tipo de técnica inicialmente utilizada. Ello implica que a veces puede ser conveniente cambiar de foco pero sin modificar la técnica con la que se encara su manejo (recurso conocido con el término inglés de “to flex focus”), o bien incluso de variar de orientación terapéutica y con ello la técnica básica además del foco elegido (recurso del tipo “therapy shifting”).

Al aparecer o detectarse un nuevo problema o incidencia pero de un tipo totalmente diferente al tratado hasta entonces, surge la necesidad para el terapeuta de cambiar radicalmente de foco ya sea terapéutico (nuevo síntoma) o ya sea conceptual (nueva orientación teórica y metodológica) y pasar a ocuparse selectiva y prioritariamente (re-focalización) de éste nuevo problema hasta solucionarlo. Es decir que, siempre en función de las necesidades de la evolución del tratamiento del caso en concreto, se defiende la oportunidad de incrustar o anidar temporalmente una intervención secundaria con una técnica específica (que bien puede ser de modo o naturaleza diferente a las técnicas hasta entonces privilegiadas) en el proceso terapéutico general y previo, para luego volver a la línea de intervención terapéutica que constituye el eje del tratamiento.

Sin esta intervención anidada multimodal el tratamiento puede correr el riesgo de sufrir una impasse o de interrumpirse definitivamente, al quedarse un importante problema sin resolver (Rosenfeld, 1990). Idealmente una vez desbloqueado el proceso concluye la anidación, volviendo al régimen anterior de foco y técnica terapéuticos con el que antes se venía trabajando.

Podemos encontrar antecedentes y paralelismos de la técnica de la anidación en otros autores psicoanalíticos: citaremos, entre otros, los trabajos de Ferenczi, el concepto del recurso técnico del uso de parámetros, y la aplicación de abordajes analíticos de Gabbard a diferentes cuadros psicopatológicos. Finalmente, y aunque no sea una autora psicoanalítica, podemos recalcar el inteligente uso que Madanes realiza de micro-anidaciones en una terapia familiar compatible con aportes psicodinámicos.

En primer lugar resaltamos como pionera la propuesta de Ferenczi de 1920 en el Congreso de la Haya de aplicar en casos seleccionados la llamada técnica activa (Ferenczi, 1921, 1926; Ferenczi y Rank, 1923): incitar a un paciente a realizar una conducta en la vida real o a evitar su emisión, o estimular una fantasía provocada en particular, o realizar ejercicios de relajación y otras movilizaciones psicocorporales. Sugiere aplicar este recurso como “una técnica auxiliar en casos de excepción, como un complemento dentro del análisis y que nunca debe reemplazarlo” (Ferenczi, 1921) en cuadros resistentes de neurosis fóbicas graves, neurosis obsesivas, cuadros que hoy llamaríamos borderline (“psicosis privadas”) y en momentos de impasse terapéutico. Hay que hacer notar que Ferenczi no tuvo en mente la intención de crear una “Psicoterapia Activa” como alternativa al psicoanálisis, sino más bien desarrollar un recurso excepcional que se aplicase en un momento determinado dentro del proceso psicoanalítico general (afinidad con la anidación), para dinamizar y relanzar tal proceso, superar ciertas resistencias bien consolidadas, descubrir nuevo material reprimido y continuar finalmente el análisis. Sin embargo Ferenczi fue consciente de los riesgos que entrañaría el abuso y generalización de tales técnicas activas, intentó señalar sus contraindicaciones y finalmente su postura fue de mucha cautela frente a sus propuestas iniciales.

En segundo lugar se puede citar el concepto técnico de parámetro. Éste término introducido por Eissler (1953, 1958) se define estrictamente como una desviación programada de la técnica analítica estándar, que por alguna razón puede precisar en un momento del tratamiento una modificación estratégica siempre eventual y transitoria (afinidad con la anidación), cuidando que únicamente trasgreda la técnica estándar el mínimo indispensable. Una vez resuelta la causa que exigió el cambio del parámetro, tal modificación se elimina por innecesaria (Etchegoyen, 1986; Coderch, 1987). Sin embargo se ha popularizado también un uso mas general del término “parámetro” dentro de las psicoterapias psicoanalíticas, ya no el psicoanálisis estricto, esto es el de adaptación estructural de todo el tratamiento (Ross y Myers, 1988) a las particularidades del paciente o a patologías específicas tales como los trastornos borderline, las psicosis o las situaciones de crisis ambientalmente condicionadas (considérese como ejemplo la práctica de la Psicoterapia de Foco Transferencial en el tratamiento del paciente fronterizo de Clarkin, Yeomans y Kernberg, 1999).

En tercer lugar encontramos un ejemplo del uso de una técnica integrativa multimodal afín al de la anidación en un reciente trabajo de Gabbard (2001) sobre el tratamiento integrado del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) en el contexto teórico-páctico de una psiquiatría psicodinámica muy orientada a la práctica clínica. Este autor propone para algunos casos de TOC de difícil manejo, la recomendación de una intervención analítica puntual como tratamiento secundario o coadyuvante dentro de otro tratamiento no-analítico (afinidad con la anidación con variación de la terapia o therapy-shifting), por ejemplo cuando se ha detectado que determinados rasgos caracteriales del paciente están dificultando la implementación exitosa de un programa de modificación de conducta propuesto inicialmente como tratamiento de elección del TOC.

Y finalmente reseñamos el uso de micro-anidaciones que recomienda realizar Madanes (1993) según su método para el tratamiento del abuso sexual a través de 16 pasos estandarizados en un programa desarrollado por ésta autora y sus colaboradores. Dentro de una línea-base de terapia familiar estratégica con asistencia de todos sus miembros incluidos agresor y víctima, incrusta sesiones de terapia individual para la víctima (elaboración y expresión de emociones no asumidas de odio, venganza, culpa, etc) así como sesiones de terapia de grupo para el agresor (incremento de socialización).

Volviendo al actual marco psicoanalítico, la técnica anidada o de incrustación temporal de otro tipo de intervención puede mostrar potencia y utilidad por: A) su flexibilidad para intervenir en diferentes tipos de problemáticas detectadas en el mismo paciente pero pertenecientes a diversos rangos o modos de intervención, por ejemplo coexistencia de problemas enmarcables unos en el modelo del déficit y otros en el modelo del conflicto (Killingmo 1989; Adroer y Coderch, 1991; Ingelmo, Ramos y Mendez, 1998), o dificultades tanto individuales como de familia; B) eclecticismo y variedad en el arsenal terapéutico disponible ante cada caso; C) posibilidades de integración con otros tipos de terapias; D) reconocimiento de la complejidad del paciente y de sus problemas; E) planificación y especificidad de las intervenciones; F) adaptabilidad al caso concreto; G) promoción de coherencia respecto al foco diagnóstico y las técnicas operativas a usar; H) combatir el perfeccionismo narcisista y la omnipotencia del terapeuta, aceptando que no podrá modificar todo área problemática al mismo tiempo y con el mismo enfoque (Cfr. Malan, 1963; Farré, Hernández y Martínez, 1992; Ornstein y Kalthoff, 1967).

Sin embargo el proceso terapéutico o analítico también se puede ver expuesto a una serie de importantes riesgos con el uso y el abuso de las anidaciones focales: A) el de la actuación del terapeuta frente a su paciente, por ejemplo usando técnicas más activas y agresivas ante un paciente que no mejora lo suficientemente rápido tal y como el narcisismo del terapeuta exige; B) el de la multiplicación innecesaria de anidaciones sucesivas cambiando rápidamente de foco sin la mesura que debe acompañar a la calma reflexión sobre el caso, por ejemplo debido al “furor curandis” tanto por parte del terapeuta como por parte del paciente o sus familiares; C) el de la pérdida de la coherencia terapéutica e identidad del profesional como tal en el uso de híbridas mezcolanzas de técnicas según el “todo puede valer si va a resultar eficaz”; D) el recurso de la utilización de técnicas pseudocientíficas según el gusto particular del terapeuta con el consiguiente deterioro metodológico propio y disminución de la calidad asistencial al paciente; E) el del hecho de tener que tomar la difícil decisión de cambiar de terapeuta para la anidación (por ejemplo si se plantea un foco anidado de terapia familiar) o bien realizar el mismo terapeuta ambos tipos de intervenciones, con los posibles problemas transferenciales y contratransferenciales que ello puede generar.

viernes, 18 de septiembre de 2009

¿Qué es la delfinoterapia?

Es una técnica que consiste en la interacción del ser humano con delfines (normalmente de la especie nariz de botella), donde interviene además un terapeuta; a tráves de la cual se intenta mejorar la calidad de vida tanto de niños como adultos que padecen serios problemas de salud, sobre todo enfermedades crónicas y de carácter psicológico.

Australia es uno de los países más avanzados en terapias con delfines aplicadas a niños con afecciones psíquicas, aunque se conocen también centros en México, Estados Unidos y Argentina, entre otros.

Origen de la delfinoterapia

Algunos especialistas ingleses descubrieron que niños con autismo o parálisis cerebral que nadaban y convivían con estos cetáceos presentaban notable mejoría en su estado de ánimo, se relajaban con mayor facilidad y tenían mejor disposición a tener contacto físico.

Posteriormente el estadounidense John Lilly, conocedor de la anatomía y sistema neurológico de estos cetáceos, comenzó a trabajar con infantes que presentaban algún problema neuronal, los hizo jugar con los mamíferos acuáticos y luego registró los cambios que ocurrían en ellos por medio de un electroencefalograma. También hizo múltiples anotaciones sobre las mejorías observadas en el lenguaje, estado de ánimo y movimiento.

A partir de esas pequeñas investigaciones se han hecho otras en Estados Unidos como las del científico David Cole, quien ha formulado la hipótesis cavitacional, la cual atribuye al sonido del delfín frecuencias ultrasónicas que estimulan al sistema nervioso central del paciente, lo que induce la liberación de hormonas ligadas a la relajación y mitigación del dolor.

Por su parte Steve Bearch, ha planteado la hipótesis de resonancia, que incluye un modelo matemático para evaluar la energía de choque de las ondas que genera el mamífero sobre el sistema nervioso.

Las primeras prácticas de este tipo en nuestro país se efectuaron en la Ciudad de México y eran realizadas sólo por paramédicos que auxiliaba a la gente cuando entraba al agua.

Ya como toda un técnica, la delfinoterapia llegó a México en 1992, esto gracias a Convimar. Desde entonces se han brindado terapias a niños de 2 años en adelante y adultos hasta 80 años de edad, en el Acuario Aragón y en el Parque Marino Atlantis (ambos en la ciudad de México). Las sesiones son asistidas por médicos y psicólogos.

Beneficios de la delfinoterapia


  • Las ondas ultrasónicas que emiten los delfines generan endorfinas y otras sustancias que ayudan a mejorar la conexión entre las neuronas, y además incentivan el funcionamiento de ambos hemisferios cerebrales.
    Los cambios neurológicos y neuroquímicos que se generan se traducen en diversos beneficios físicos, emocionales e intelectuales tales como mejoras en el sistema inmunológico, mejoras en la coordinación motora, en el estado de ánimo, el contacto social, y en el lenguaje.
  • Alivia trastornos nerviosos, sobre todo en niños.
  • Es efectivo como tratamiento adicional en niños con Déficit de Atención con Hiperactividad
  • Ofrece resultados muy positivos en niños con síndrome de Down: A través de la terapia los niños aprenden de 2 a 10 veces más rápido que aquellos que no llevan la terapia y que en un 50% de los casos, podían retener tales lecciones incluso un año después de la terapia.
  • En los niños con autismo ayuda a mejorar s u capacidad para prestar atención y por lo tanto optimiza

    los procesos de enseñanza.
  • Colabora en el tratamiento de personas con epilepsia.
  • Mejora las condicones de personas con problemas motores, auditivos y del lenguaje.
  • Se ha observado por medio de la medición de las ondas cerebrales de los pacientes, que éstas cambian en presencia de los delfines hacia una armonización entre los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro, lo que produce un estado de paz y relajación tal como sucede al realizar una meditación. Es por ello que la delfinoteraia también se utiliza para tratar la depresión, ansiedad y estrés.
  • El contacto con los delfines reduce el dolor y provoca que el sistema inmunológico se fortalezca, por ello se utiliza para las personas con enfermedades crónicas y terminales como el cáncer.
  • También se aplica en adultos en proceso de desintoxicación de drogas, anorexia y bulimia.
  • Proporciona mejoras en adultos con secuelas de infarto cerebral (muerte de tejido neuronal por falta de suministro de s angre) y traumatismo craneoencefálico (golpes por accidentes).
  • Ofrece beneficios a mujeres embarazadas: reduce molestias generadas por su condición y durante el parto, además de que estimula al sistema nervioso del bebé.

Proceso y duración de la terapia

La delfinoterapia comunmnete se realiza a través de los baños de contacto, mediante ejercicios, juegos y caricias entre el delfín y

el paciente . A través de estos contactos se incrementa el optimismo, el paciente se tranquiliza, aumenta su seguridad y confianza.

En los niños, interactuar con los delfines a través del nado, el juego y las caricias aumenta su atención y su capacidad de comunicación.

Los efectos obtenidos se perciben desde el primer día y se mantienen hasta por seis meses después de la terapia, la cual consta, en términos generales, de seis sesiones de 15 minutos, una vez a la semana.

En la sesiones trabajan conjuntamente el delfín, el terapeuta y el paciente; y suelen grabarse en video para poder seguir el progreso de éste, además se le pide hacer un reporte después de cada sesión a los padres, donde deben especificar los cambios que vaya teniendo su hijo.

Al cabo del tratamiento, cuyo número de sesiones indicará el terapeuta, se hace el balance de resultados obtenidos que indicarán si es necesario o no seguir con la terapia.

En México se aplica una técnica para niños en edad preescolar que consiste en que el delfín con su trompa hace contacto con distintas zonas del cuerpo como la columna, manos, plantas de los pies, transmitiéndole de esta manera ondas ultrasónicas alfa, beta y theta, que estimulan el sistema nervioso central del niño.

Cabe señalar que muchas veces la mejora del paciente depende de su disposición y por otro lado de la posibilidad económica de su familia para pagar la terapia.


EQUINOTERAPIA



Animales terapeutas


El avance de la medicina y la cooperación de otras áreas del conocimiento han dado lugar al desarrollo de nuevos abordajes terapéuticos para diversas patologías. Entre estos nuevos desarrollos, que pretenden llegar a la persona con dificultades desde diferentes puntos de estímulo, se encuentran los llamados programas de zooterapia. Se trata de una metodología terapéutica psicoeducativa que incluye una técnica con asistencia animal.

En este tipo de terapias el animal desempeña un papel fundamental, funcionando como un poderoso estímulo. Si bien las zooterapias más difundidas son las que involucran perros, también se ha experimentado con gatos, caballos, delfines, etc.

El caballo es un animal fuertemente ligado al hombre desde tiempos remotos. Su belleza, inteligencia y capacidad de trabajo, pero sobre todo su lealtad y compañerismo para con las personas, lo transforman en un aliado ideal. Un programa de zooterapia que incluye caballos (equinos) recibe el nombre de equinoterapia o hipoterapia (hippo, caballo). En Santiago de Chile la Fundación TALA ha desarrollado un programa de equinoterapia que está obteniendo grandes éxitos en la recuperación de diversas patologías.

Por qué los equinos

La Dra. María Inés Bonvin, Médica Veterinaria, es la Directora de la Fundación TALA. Especializada en biomecánica del caballo, Bonvin trabaja junto a un equipo multidisciplinario que incluye médicos, psicólogos, terapeutas ocupacionales, etc. Ella nos explica que existen dos tipos de cabalgata:
• la deportiva, o equitación, en la cual el jinete es quien actúa sobre el equino, indicándole lo que debe hacer y logrando que realicen juntos ejercicios como saltar, correr, trotar, etc.
• la terapéutica, en la cual es el caballo el que incide sobre el jinete (o paciente) actuando como un poderoso estímulo en la recuperación de diversas patologías neurológicas, emocionales, respiratorias y articulares.

“Se produce una verdadera complementación neurofisiológica y también psicológica entre el caballo y el paciente” - sostiene Bonvin. El andar del caballo reproduce un movimiento similar al del ser humano. Por lo tanto, el cerebro del jinete recibe información como si estuviera caminando, y de allí la calidad del estímulo, por ejemplo, para un paciente con parálisis.

Los resultados de este tipo de terapia sorprenden tanto a los pacientes y sus familiares como a los propios profesionales, quienes han visto superadas sus expectativas terapéuticas.

Sumando beneficios:

La equinoterapia puede resultar mucho más beneficiosa que otros tipos de programas de rehabilotación.

"En la parálisis cerebral los niños tienen que hacer ejercicios muy simétricos. No es lo mismo estar en una máquina un largo rato, que estar con un caballo durante una hora, es un ambiente natural, bien guiado, con un alto grado de interacción social, son sus padres, etc. Todo esto hace el tratamiento más llevadero."

El caballo no sólo produce el estímulo psicomotriz que ya hemos decripto. También le otorga a su compañero otro inmenso caudal de mansajes capaces de estimularlo desde otros aspectos:

  • percectivos (olor, calor, contacto, sonidos, ect.)
  • orgánicos (masajes, movimiento)
  • psíquicos (compañia, seguridad, sostén, diversión, etc.)
El programa no sólo incluye montar y cabalgar. También alimenta la relación del paciente con su compañero equino proponiendo otras actividades como su alimentación, el cepillado del pelo, la limpieza de los cascos, de los arneses... Un contacto que va más allá.




Zooterapia


Un nuevo estímulo


Un Programa de zooterapia es una metodología psicoeducativa que incluye una técnica de asistencia animal. Puede usarse para el tratamiento de niños con retraso mental o trastornos generalizados del desarrollo. Estos últimos son una serie de trastornos graves que se originan dentro de los primeros 5 años de vida, entre los cuales está incluido el autismo.

El Programa comprende una metodología denominada psicoeducativa con técnica de asistencia animal. La mascota desempeña un papel fundamental en la apertura del niño hacia nuevas actividades, funcionando como un poderoso estímulo.

La zooterapia es, de esta manera, una técnica que se basa en la estimulación para favorecer tanto el diagnóstico correcto como el aprendizaje y la adaptación de estos niños con capacidades diferentes. El estímulo está dado por animales, en su mayoría perros, pero también se ha experimentado con gatos, caballos, delfines, etc.

La gran utilidad de estos animales en las terapias es que logran lo que muchas veces ni la familia ni los profesionales pueden hacer: romper un tipo de esquema fijo de comportamiento, muy cerrado, que no les sirve para comunicarse con los demás, sino para recluirse en su propio mundo, como en el caso del autismo. De esta manera, el animal logra despertar el interés del niño y relacionarse con él, lo cual significa muchas veces un primer e importantísimo contacto. Roto el esquema, podrá empezar a incorporar otras conductas a través de la escuela y la familia.

Habitualmente se trata de lograr que el animal sirva de nexo entre el niño y su terapeuta. Al comenzar a jugar con una pelota, por ejemplo, un perro logra que el niño incorpore en su esquema al psicólogo que no ha logrado ingresar por otros medios. Por su parte, el animal se siente gratificado con el juego, y es su propio estímulo para colaborar en la terapia.

Problemas y soluciones


Una de las patologías que puede ser abordada mediante este tipo de terapia es el autismo. Éste es un trastorno generalizado del desarrollo y se caracteriza por problemas en la comunicación social y el contacto con el mundo externo. Actualmente se lo considera una patología de origen genético, y sus síntomas aparecen alrededor del año y medio, cuando empieza el período de socialización. El niño está "encarcelado" por una alteración tanto sensorial como perceptiva, que le impide recibir los estímulos externos. A menudo no dispone del lenguaje para comunicarse. Está aislados y le cuesta mucho adaptarse a cosas nuevas. Son pequeños con conductas estereotipadas y rutinarias, y esas conductas fijas son particulares en cada uno.

Los animales también presentan un esquema fijo de comportamiento, y esto sirve al terapeuta a reconocer el patrón del niño, ayudando al diagnóstico.
La conducta del animal se adaptará a la respuesta del niño, y no será la misma para un pequeño con un trastorno severo, que lo hace rechazar el contacto, que con otro con retraso mental que disfruta del contacto corporal.

Herramientas


La interacción del animal con el niño permite a los terapeutas diferentes recursos, de los cuales no disponen cuando no existe ese estímulo. Al filmar la sesión terapéutica, de la cual se participa como observador, se tendrá un material de estudio muy valioso. Se podrá reproducir la secuencia y volver a observar, seleccionando un tramo y analizando la interacción. Esto permitirá estudiar los movimientos cuadro por cuadro y llegar a la llave que abrirá la puerta de futuros estímulos. De esta manera, un diagnóstico que antes demandaba dos meses, podrá resolverse en un solo encuentro con la asistencia del animal. Éste seguirá participando durante el resto de las sesiones del tratamiento, y actuará como un estímulo terapéutico.

La mayoría de los terapeutas que usan animales prefieren los perros por una serie de ventajas. Necesitan poco espacio para moverse, son inteligentes y muestran afecto, les gusta jugar y buscan la compañía humana. Se los puede educar fácilmente, pero no deben perder la naturalidad dentro de su esquema de comportamiento.

En general, un tratamiento se extiende entre seis meses y un año. Luego de ese tiempo, los controles pueden extenderse hasta una vez por mes, pero el tratamiento no se da por concluido. Al llegar a la adolescencia, estos niños experimentarán cambios y habrá que reajustar ya sea la terapia educativa, la medicación, o ambas.

Un programa psicoeducativo también incluye a los padres, con quienes se trabaja sobre cómo van a estimular al niño en el hogar. En algunos casos necesitan terapéutica familiar, que se les proporciona paralelamente.

Tabaquismo


La adicción a los productos derivados del tabaco es la más extendida. Su aceptación cultural considera a su consumo en primer lugar como una fuente de placer y en segundo como un simple vicio o mala costumbre. Se ha determinado que los cigarrillos y otros productos de tabaco, tales como cigarros puros, tabaco para pipa o rapé (en polvo), son adictivos y que la nicotina es la droga del tabaco causante de adicción. Además, se sabe que el tabaquismo es un importante causal de accidentes cardíacos y cerebrovasculares, y ocupa los primeros lugares entre los factores que provocan cáncer. A pesar de ello, millones de personas lo consumen en sus diversas formas.

Síndrome nicotínico: signos y síntomas de adicción a la nicotina

  • Alto consumo diario de cigarrillos (15 o más por día).
  • Fumar cigarrillos con alta proporción de nicotina, insatisfacción o aumento del consumo al cambiar a "suaves" o "low tar".
  • Inhalación profunda del humo.
  • Fumar desde las primeras horas del día, o hasta el momento previo al sueño.
  • Padecer compulsión tabáquica: no soportar unas pocas horas sin fumar; interrumpir otras tareas o entretenimientos para fumar o comprar cigarrillos.

La nicotina es un alcaloide extremadamente adictivo, que actúa como estimulante y sedante del sistema nervioso central. La nicotina se absorbe con facilidad del humo del tabaco en los pulmones y no importa si éste humo procede de cigarrillos o de puros. También se absorbe fácilmente cuando se masca el tabaco. Con el uso regular, se acumulan concentraciones de nicotina en el cuerpo durante el día, que persisten durante la noche. Por lo tanto, las personas que fuman cigarrillos a diario están expuestos a los efectos de la nicotina 24 horas al día. La nicotina absorbida al fumar cigarrillos o puros tarda solo segundos en llegar al cerebro, pero tiene un efecto directo en el cuerpo hasta por 30 minutos.

Los estudios han mostrado que la tensión nerviosa y la ansiedad afectan la tolerancia a la nicotina y la dependencia de ella.

La mujer que fuma suele tener una menopausia precoz. La que fuma cigarrillos y también toma anticonceptivos orales tienen mayor propensión a padecer de enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares. Las embarazadas que fuman corren grave riesgo de tener niños con problemas tales como bajo peso, inmadurez, trastornos de conducta y otros.

Los estudios de conducta en adolescentes explican cómo las influencias sociales, por ejemplo observar a adultos y compañeros fumando, influyen en la decisión del adolescente de comenzar a fumar cigarrillos o no. También ha mostrado que los adolescentes suelen ser resistentes a muchos tipos de mensajes en contra del tabaco.

Adicionalmente, los problemas afectan a terceros que inhalan el humo ambiental del tabaco (fumadores pasivos). Se ha demostrado que este humo causa cáncer de pulmón y aumentan significativamente los casos de ataques asmáticos, infecciones cardiorespiratorias y muerte súbita.

Los fumadores se exponen a padecer aterosclerosis, enfisema, patologías broncopulmonares, cáncer en boca y en las diversas porciones del sistema respiratorio, como así también diferentes manifestaciones de enfermedad coronaria. La tasa de muerte súbita es entre 2 y 4 veces más elevada que en los no fumadores. También tienen mayor riesgo de desarrollar infarto de miocardio y angina inestable. Los riesgos de padecer enfermedad vascular cerebral y periférica son potenciados. Además, el tabaquismo fue reconocido como el principal factor de incremento del riesgo coronario en pacientes que sufren infarto de miocardio antes de los 45 años. Quienes continúan fumando luego del diagnóstico de angina, tienen síntomas más severos y peor pronóstico que los que dejan de fumar. El tabaquismo es el principal factor de riesgo para la enfermedad isquémica de los miembros inferiores. Reportes recientes relacionan directamente al tabaquismo con diversas patologías y trastornos sexuales, principalmente impotencia y frigidez.

Tratamiento
Diagnosticar la presencia del "síndrome nicotínico" es útil para identificar con mayor exactitud al paciente que puede requerir fármacos como ayuda suplementaria para controlar los síntomas de abstinencia. Pero es importante resaltar que estos fármacos no son productos para dejar de fumar, sino sólo ayudan a sobrellevar los signos y síntomas de la abstinencia. Quien deja de fumar es el paciente, apoyado por su voluntad y convicción. La investigación realizada indica que el abandono del hábito de fumar debe ser un proceso gradual porque los síntomas de abstinencia son menos graves en quienes lo hacen poco a poco que en quienes dejan de fumar de repente.

Alcoholismo



La producción de bebidas alcohólicas existe desde que el hombre conoce el fenómeno de la fermentación. Hay evidencia de su uso y consumo por pueblos prehistóricos.

Etiología del alcoholismo
Las causas son muy variadas, no habiendo acuerdo científico sobre este aspecto. Los factores cultural y biológico - genético explican gran parte de la patología. Esta adicción afecta a todas las clases sociales, por lo que no es aceptable una teoría que atienda al carácter sociocultural bajo como factor predisponente a la adicción, dado que en las clases altas el consumo es extensivo. En cuanto al nivel de estudios es evidente que la falta de escolarización y cultura condiciona la adicción, pero no es específico del alcohol, sino de todas las drogas. No se puede atribuir una explicación única de las toxicomanías, ya que influyen problemas sociles tan variados como el delito, los problemas familiares, la anomia, el desempleo o la salud. La adicción al alcohol posee aspectos culturales importantes desde el momento en que el consumo es lícito y los menores, a pesar de las prohibiciones, no tienen problema para consumirlo. La publicidad y la permisibilidad aumentan el número de consumidores.

Las teorías dinámicas y psicopatológicas entienden que los alcohólicos llegan a la adicción condicionados por una patología anterior, que unida a situaciones ambientales desencadenan el fenómeno. El entorno familiar puede ser determinante: ante la situación familiar distorsionada el sujeto erige defensas psicológicas contra la ansiedad. Por otra parte, los menores tienden a seguir el ejemplo de sus mayores. Otros motivos del alcoholismo son los deseos de evasión y de autodestrucción, dado el gran número de suicidios que presenta esta enfermedad.

Efectos del alcohol
Los efectos del alcohol son inmediatos debido a que es absorbido casi instantáneamente, pasando directamente al torrente sanguíneo. Al llegar al cerebro, narcotiza las neuronas dificultando primero e impidiendo luego la comunicación entre ellas. Esto se produce en primer término en las regiones del cerebro encargadas del razonamiento y otros procesos complejos. A medida que la alcoholización progresa se afectan las regiones primitivas.

Los estudios demuestran una disminución significativa en la capacidad de reacción ante estímulos visuales y auditivos, que explican la gran cantidad de accidentes que producen. Se ha demostrado que la convergencia visual intencional disminuye a partir de 300 mg./l. de alcoholemia y se debilita progresivamente al sobrepasar esa cifra. Entre 50 y 150 mg./l. la fusión binocular y la convergencia quedan afectadas. A 800 mg.n. es notable la dificultad para apreciar las distancias, reduciéndose la capacidad de visión binocular. La reacción auditiva disminuye en un 16 % con alcoholemia de 500 mg/I. Respecto a la coordinación y dirección, los tests acreditan un aumento de errores y disminución en la velocidad de ejecución, con deterioro de la capacidad de atención en un 30 %. Un 0,05 % de alcohol en la sangre deprime las respuestas aprendidas recientemente, disminuyendo las inhibiciones y restricciones sociales y afectando al juicio. A un nivel de 0,10 % se narcotizan los centros cerebrales más antiguos y se dificultan relativamente la locución y la actividad motora. Un 0,20 % afecta profundamente el área motriz del cerebro y 0,30 % altera gravemente la percepción sensorial, entrando en un estado de estupor. A nivel de 0,40 % prácticamente se anula la percepción y la persona se encuentra narcotizada y en coma. Con niveles del 0,60 al 0,70 se afectan los centros cerebrales primitivos que controlan la respiración y la frecuencia cardíaca, y sobreviene la muerte.

La tolerancia al alcohol se desarrolla en un periodo de entre 5 y 10 años, por lo que no pueden predecirse resultados inmediatos. Durante este tiempo, el adicto comprueba que con la misma cantidad o incluso más se obtienen menos resultados. Ello lleva a la convicción errónea de que al sufrir respuestas menores la nocividad del tóxico también lo es, entendiendo que se resiste mejor la droga. Las últimas investigaciones indican que la tolerancia se relaciona con las funciones del sistema nervioso central y con el proceso hepático. El hígado se deteriora por la absorción del tóxico, evitando parcialmente el deterioro en otras zonas del cuerpo, especialmente el cerebro. Uno de los primeros síntomas del avance de la patología son las amnesias alcohólicas que se caracterizan por ser totales. No obstante, el sujeto puede realizar actividades que precisan cierta racionalización, como tratos económicos o mantener conversaciones. La toxicomanía alcohólica sufre varias etapas hasta llegar a su cronicidad; se han descrito cuatro fases:

  • a) Prealcohólica: su duración oscila entre seis meses y dos años durante los cuales la bebida es usada para rebajar la tensión y aliviar el nerviosismo y la ansiedad. El sujeto comienza a sentirse diferente de sus amigos, advirtiendo un rechazo por parte de la sociedad al tiempo que aumenta el autodesprecio. Se comienza a ser consciente del problema del alcohol, pero no se encuentran soluciones y persiste el consumo.
  • b) Promódica: la extensión es de dos a cinco años. El alcohol pasa a ser una droga necesaria, apareciendo los primeros síntomas graves. Se manifiestan periodos de amnesia (apagones, tinieblas) y signos de lesión cerebral. Se sufren sentimientos de culpa, remordimientos, estados crepusculares. Se produce una perturbación psíquica en el agente. Se incrementan los hechos delictivos y los accidentes de tránsito y laborales.
  • c) De toxicomanía crucial: se caracteriza por la pérdida del autocontrol, eliminándose la capacidad inhibitoria, con conducta autojustificable del abuso del alcohol. Se pierden la autoestima y seguridad en uno mismo. El sujeto puede asumir actitudes de grandiosidad, gestos extravagantes, discursos grandilocuentes u ostentaciones, y atribuye la culpa a los demás, con signos agresivos tales como insultos y humillaciones que suelen desembocar en violencia física. La interpretación es paranoide, existiendo la sensación de persecución por los demás. Persisten la lástima de sí mismo y los remordimientos. Se pierde el interés por las cosas, excepto por el alcohol que pasa a ser el centro de la vida del sujeto. Se producen lesiones orgánicas que producen trastornos de toda la personalidad. Los celos, la conducta paranoide, la agresividad son síntomas graves de la patología mental.
  • d) Crónica: se produce una destrucción progresiva de la moralidad, con debilitación grave de las facultades mentales, pensamiento confuso, lento y prolongado. Aparecen las psicosis alcohólicas, las alucinosis, la depresión y los delirios. El sueño es conflictivo, con pesadillas y miedo infundado, crisis de angustia y confusión de ideas.

Se asocian íntimamente al consumo y abuso de bebidas alcohólicas: muerte súbita; síndrome de alcoholismo embrio-fetal; dipsomanía; cáncer: bucal, de esófago, de estómago, de páncreas, de hígado; cirrosis hepática; coma alcohólico; intoxicación letal aguda; "delirium tremens" ; enfermedad de Wernicke o poliencefalitis hemorrágica superior; alucinosis alcohólica; demencia alcohólica; trastorno amnésico alcohólico o psicosis polineurítica de Korsakoff; enfermedad de Marcchafava y Bignami; esclerosis cortical laminar de Morel, mielinólisis; angustia; depresión con sintomatología somática; depresión secundaria en enfermedades orgánicas; y otras.

  • La recuperación del alcohólico consta de diferentes etapas. Inicialmente el tratamiento se realiza bajo estricto control médico. La terapia consiste en la total supresión de su consumo coadyuvado con dietas especiales que equilibran el organismo. Paralelamente, puede ser necesario el uso de fármacos que disminuyan los temblores nerviosos y otros síntomas de abstinencia. Logrado un equilibrio metabólico y psicológico aceptable, comienza el tratamiento psiquiátrico que normalmente se realiza en grupos terapéuticos y que suelen incluir programas de apoyo al grupo familiar. Esta etapa se basa en la abstinencia total, sin límite temporal.

Alcochol y accidentes de tránsito
La conducción de automóviles involucra a múltiples tareas que demandan ate
nción permanente. El manejo seguro requiere atención para la toma de decisiones rápidas en un ambiente y actividad altamente cambiante, para ejecutar maniobras basadas en dichas decisiones. El consumo de alcohol afecta a un amplio espectro de habilidades necesarias para esta tarea. Su reducción o anulación son causales directas de accidentes de tránsito

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