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BIBLIOGRAFIA

viernes, 11 de septiembre de 2009

Hijos: un capítulo aparte



¿Los protagonistas? Los padres. Son quienes escriben el guión, quienes deciden. Los hijos son espectadores de una tragedia ajena que los envuelve completamente. Muchas veces olvidados a un costado, en el fragor de la batalla; otras veces, tristes, utilizados como botines de guerra, como instrumentos de venganza, como herramientas de manipulación. No son consultados, sino informados, son quienes resultan más desprotegidos frente a una situación general de sufrimiento.

Para ellos el divorcio de los padres no representa una nueva oportunidad, no una puerta para lograr una vida mejor; por lo general para ellos representa una sumatoria de pérdidas profundas: la familia intacta y unida, y la protección y cuidado que significa. Los peligros de pérdidas adicionales amenazan: el contacto con uno de los progenitores, el amor de uno de ellos, etc. Muchos hijos recurren y se amparan en la ilusión de un retorno: anhelan una vuelta a la familia unida aún cuando permanecer en ella haya sido un estado caótico.

Cada edad privilegia maneras de demostrar las huellas de la separación de los padres. Hay síntomas a corto, mediano y largo plazo que denuncian la confusión en que se ven sumergidos.

Generalmente, en los niños en edad escolar suelen aparecer conductas no habituales como baja en el rendimiento, mal comportamiento, disminución de la concentración; abatimiento, retraimiento, agresividad.

Los adolescentes tienen sus posibilidades de expresión: rencor, fluctuaciones de la lealtad, competencia, acomodarse peligrosamente en el lugar del que se fue. Los bebés, pequeñas esponjas, absorben la inquietud de su entorno y pueden mostrarse inquietos ellos mismos, presentar trastornos en el ritmo del sueño, de la alimentación, del estado de ánimo.

Las manifestaciones que comprometen la salud física no son raras: aparición de enfermedades, baja de defensas, propensión a recaídas, pueden asimismo ser habituales.

Lo importante es entender que para ellos también se trata de un proceso, que los adultos deben brindarles seguridad, asistencia, explicaciones, tiempo. Deben construir un modelo con padres presentes para que no sientan que perdieron los referentes. No hay que olvidar que quienes se divorcian son los padres, no los hijos.

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