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BIBLIOGRAFIA

viernes, 11 de septiembre de 2009

Amarga tristeza

Amarga tristeza

Se piensa en tristeza como sinónimo de decadencia. Más si la tristeza es hastío, se podría encontrar alguna vuelta para retomar algún deseo olvidado.
El deseo es aquello que rescata a un sujeto de la determinación del “nada se puede hacer”.
La tristeza consiste en silenciar, pisar, calmar las ganas de hacer con el vivir algo diferente.
El secreto es aquello guardado bajo llave.
Guardado para ser utilizado en momentos donde todo parece desfallecer. ¡Y ese secreto que hace al sujeto será cantado en el momento donde el hastío ya no sea refugio!.
Y lo cantado es canto que como virtud y deseo no tiene nada que ver con imposición.
La dirección será hacía lo nuevo, lo diferente. Lo decadente es acatar las demandas que aplastan, y que nos hacen chatos. Chatos de sonrisa, chatos de corazón y en fuga.
Lo decadente es no animarse a hacer un futuro diferente. El futuro se forja con lo que hacemos y decimos cada día. Lo diferente implica aceptar las diferencias, aquellas que nos sacan de la comodidad, de ese hastío resignado del “siempre fue igual”. Convertirse en un sujeto artífice de su historia no es cosa fácil. Siempre se espera que algún Amo determine la suerte que te corresponderá.
Y se trata de una búsqueda, de una exploración al corazón. Búsqueda que con-prende a tu Otro. De ese corazón “sentido” del cual la medicina no le encuentra “sentido”. Solo se transforma la tristeza si “eso” que “hace falta”, se con-vierte en acción que subvierta el malestar. Apuesta al deseo y al corazón, la labor de un psicoanalista podría ser, como diría un poeta, que indaga profundo en lo superficial o viceversa.

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