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BIBLIOGRAFIA

viernes, 11 de septiembre de 2009

El divorcio en nuestra sociedad


Los cambios en la cultura vincular son vertiginosos. En nuestra imaginación conviven imágenes a veces contradictorias: la ilusión de eternidad junto a la necesidad de la satisfacción inmediata y urgente; la fugacidad de las pasiones y la búsqueda de la felicidad absoluta.

Se ha perdido la seguridad de antaño en las relaciones amorosas. Aún cuando fuera sostenida por pilares no afectivos. El divorcio en nuestra cultura no es más que el reflejo de estos cambios.

Históricamente, el matrimonio no es lo que era. El amor se ha transformado en el requisito fundamental para contemplar la unión; antes, otros valores eran considerados los fundamentales para sostener el matrimonio: mandatos sociales, intereses económicos, acatamiento de reglas, etc. Hoy, el amor se ha transformado en la base de la unión, y su ausencia puede legitimar el fin de la misma.

Acostumbrados como estamos en nuestra sociedad a convivir con él, casi no reflexionamos acerca de sus implicancias y, sobre todo, acerca de sus efectos.

El divorcio es resultado de un proceso más largo y complejo que aquel que lo determina legalmente. Es un proceso que conmueve estructuralmente a quienes lo padecen. Se trata de volver a armarse después de una tormenta que arrasó con las estructuras, con las construcciones conjuntas, con lo realizado y dolorosamente, con los proyectos comunes.

No se trata de una crisis pasajera, sino de una experiencia que deja huellas indelebles en quienes se ven atravesados por él.

Una familia es capaz de sobrevivir, pero debe modificarse para ello; reacomodarse a nuevas formas de vivir, tornar la experiencia en una fuente -por su inevitabilidad- de aprendizajes acerca de sí mismo y de los otros involucrados, pueden ser buenas maneras de encontrar sentidos positivos para el después que generalmente se presenta amenazador.

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