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BIBLIOGRAFIA

domingo, 22 de agosto de 2010

Deseo Sexual Inhibido

La anafrodisia o deseo sexual inhibido se trata de una inhibición de la excitación en general. Se presenta por una falta de sentimientos eróticos, siendo para estas personas la relación sexual como un castigo. La situación provoca insatisfacción y depresión, formulando constantemente excusas como posibilidad para evitar una relación sexual. Las causas son fundamentalmente de origen psicológico: negación al éxito, al placer y al amor; miedo al rechazo por parte del compañero, dificultades para manifestar sus deseos sexuales, conflictos, etc.

Es una inhibición persistente o difusa del deseo sexual o la libido existiendo un bloqueo en la apetencia sexual, con lo que la frecuencia de relaciones disminuye considerablemente, siendo a veces casi nula.
¿A qué se llama disfunción del deseo?

A la alteración en la etapa del deseo, que es anterior a la de excitación (erección en el varón, lubricación en la mujer), también se la conoce como DSI. El DSI es un término de reciente cuño, su sigla alude a una disfunción ya estudiada por la Sexología: el deseo sexual inhibido. La pérdida pasajera del interés por el sexo responde a diversas causas, que pueden ir desde un estrés laboral hasta un conflicto de pareja. No siempre la persona disfuncional es consciente del origen de su problema. Un duelo no elaborado, el resabio de una educación represora, la crisis de la mediana edad de la vida, fracasos económicos o amorosos, pueden inhibir su respuesta sexual.
¿Esto no es característico de las mujeres?

El DSI hace que las evasivas a la hora del sexo, antes atribuidas sólo a las mujeres, también se hagan presentes en los varones. Si ellas adscriben a la frase “hoy no querido, me duele la cabeza”; ellos prefieren la excusa del cansancio o las preocupaciones para no hacer frente al problema. Los tiempos difíciles que se viven también influyen sobre la predisposición erótica del varón. Las zozobras económicas o el temor a perder el trabajo lo hacen vulnerable a la disminución del deseo. Las ansias de éxito y poder económico, que también caracterizan nuestra época, pueden llevar a que los individuos eroticen más su ascenso social que la actividad sexual.

Cuando usamos la sigla DSI, estamos siguiendo una moda actual que presenta ciertas patologías de manera abreviada (TOC= trastorno obsesivo compulsivo, SIDA = síndrome de inmunodeficiencia adquirida, PD= desorden de pánico, ACV= accidente cerebrovascular). Pero el deseo sexual inhibido no es una característica de nuestros tiempos, sino que ahora, como muchos otros temas de la sexualidad, ha sido estudiada y catalogada de manera sistemática y puntual.

La respuesta sexual puede ser dividida, con fines prácticos, en cuatro fases: deseo, excitación, orgasmo y resolución. La primera es previa al contacto en sí; se trata de un apetito o impulso producido por la activación de centros cerebrales que son específicos para tal fin y que se conectan con otras zonas de la corteza cerebral; normalmente, ante un estímulo adecuado y no habiendo interferencias o inhibiciones, ponen en marcha la respuesta sexual. De una manera simple podríamos definirla como un “tener ganas” de iniciar un contacto corporal erótico
¿Cuáles son algunas de las causas frecuentes de disfunción del deseo?

Si bien hay que pensar muchas veces en términos de multicausalidad o -como decía Freud- de sobredeterminación causal, mencionaremos algunas de las más corrientes:

Los cuadros depresivos acarrean abulia y apatía, dejando de lado aspectos de la vida que antes eran importantes, y el Eros es una de las principales víctimas.

Las disputas conyugales continuas y permanentes, las frustraciones repetidas por impotencia, eyaculación precoz o el haber fingido los orgasmos durante años, van llevando a la baja del deseo como una manera de evitar el fracaso.

También disminuyen el deseo los conflictos neuróticos con relación al placer y al éxito (”los que fracasan con el éxito”, decía Freud).

Los problemas derivados de una educación restrictiva donde el goce era pecado y digno del peor castigo.

Situaciones de vida relacionadas con pérdidas laborales, familiares, amorosas, económicas, pueden llevar a la disminución de la libido.

El problema del alcoholismo, sin lugar a dudas, crea un permanente clima de malestar en el bebedor y su pareja, provocando episodios de celos, impotencia y agresiones; por supuesto que en este ambiente perturbado el deseo sucumbe.

En mujeres y varones que han sido intervenidos quirúrgicamente puede darse una vivencia castratoria o mutilante de la operación (de mama, útero, ovarios, próstata, ligadura de trompas, incluso la cirugía del frenillo), a consecuencia de lo cual se instaura un sentimiento de desvalorización, que termina en una marcada depresión del humor y del deseo erótico. Las cirugías cardíacas, a veces, suelen dejar una temor residual, aunque desde el punto de vista funcional el paciente esté mejor que antes de la operación; cuando persisten fantasías de muerte pueden evitar hacer el amor. Es posible que si alguien vivió la colocación de un DIU en forma conflictiva haya visto disminuir su deseo, pero no es lo habitual.

Muchos psicofármacos pueden producir, como evento adverso, disfunciones sexuales; tanto como otros pueden mejorar los cuadros depresivos, fóbicos, obsesivos y psicóticos y, de esta manera, hacer revivir el erotismo.

Las llamadas crisis vitales pueden acarrear disminución del deseo, aunque muchas de ellas puedan ser vistas objetivamente como logros: irse de la casa de los padres, jubilación, cumpleaños (los 40, los 50), casamiento, embarazo, post-parto, el nacimiento de los hijos.

Todo descenso hormonal suele tener impacto en la esfera sexual: la etapa del deseo está influenciada por la testosterona que es la hormona del deseo, en los dos sexos. Esta hormona es producida en los testículos y en las suprarrenales en el varón y en la mujer sólo en estas últimas. El hipotiroidismo (menor producción de hormonas por la tiroides) o el aumento de la prolactina (hormona de la hipófisis) también pueden deprimir el deseo. No hay que olvidar que el sistema glandular está íntimamente relacionado con el sistema nervioso central, por lo cual toda alteración emocional puede hacer impacto en el llamado eje hipotalámico-hipofisario donde se maneja y regula la producción hormonal.

Hay medicamentos que deprimen la libido y la capacidad erectiva u orgásmica: la lista es bastante extensa, pero sólo mencionaremos algunos (además de los “remedios para los nervios”): los fibratos (usados para bajar el colesterol), los betabloqueantes y antihipertensivos, la sulpirida y la cimetidina (de empleo en afecciones gastroduodenales), los diuréticos, los antiandrogénicos (de uso en problemas prostáticos y ahora -lo que me da una cierta preocupación- propuestos para tratar la calvicie).

El consumo abusivo, crónico y permanente de tóxicos, drogas y cigarrillos van minando la salud y, frecuentemente, ocasionan trastornos erectivos y orgásmicos o DSI.

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